El temerario Cristóforo decidió aprovechar los cálculos de un necio que casi nadie recuerda para planificar un viaje de negocios que resultó todo un éxito y de paso demostró que el mundo era esférico. Pero el necio calculista en el que se basó se había equivocado y el viaje resultó mucho más largo de lo que calculó, cometiendo el error más importante en la historia de occidente y también uno de los errores más hermosos. Si sus cálculos hubiesen sido exactos no se hubiera realizado el viaje.
Llegó por fin a tierra firme, la tripulación gritaba en éxtasis, el fantasma del amotinamiento se esfumó, la vida les volvió. Cuando hubo anclado sus naves en lugar seguro y su tripulación se encontraba embelesada con las tierras que acababan de descubrir, se escabulló a su camarote, sacó de su baúl de cosas personales una botella de aguardiente que había escondido para esa ocasión y con lágrimas en los ojos al recordar esos largos días de penurias en altamar, se sirvió una copa, se la bebió de un trago, se sirvió nuevamente y levantando trémulo la copa exclamó – ¡Pinche Eratóstenes! – Muy lejos, en otro lugar del tiempo, con una sonrisa picaresca en los labios el buen Eratóstenes, como si lo hubiera escuchado exclamaba – ¡Algo te tenía que costar wey! ¡Hasta pareces alcalde de oposición!
Crónicas de Eratóstenes
Circunnavegando la planicie
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